22 de febrero de 2011

Belleza

Ella era un robo.
Estaba siempre a causar temor en los espejos.
Y no digo eso porque no era agradable a los ojos.
Lo digo porque ellos siempre se incomodaban con la tarea de reproducir algo tan hermoso.
Hablaba siempre en suspiros. Parecía que todo lo que decía era secreto. Era cristal. Que todo lo que decía era la ultima flor de primavera.
Era, realmente, inculta y bella. Escapaba siempre en murmullos.
Sus vocales eran obras de arte a parte. No habían mascaras, no eran necesarias. No se maquillaba nunca, ya era ella, en tus líneas crudas, un adorno adolescente: aliviada de las culpas adultas pero liberada de las curiosidades petulantes.
Era ella una libertad. Era el sacramento de todas las imperfecciones.
Era impecable.


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