7 de febrero de 2012

Mañana


Si tuviera esa oportunidad de hacer una película, tendría muchas primeras escenas en mente. Una de ellas, es esa que empieza exactamente a las cinco y cincuenta y cinco de la mañana. El reloj digital de color rojo arriba de la mesita de luz, pero nadie lo ve, aún todos durmiendo. Voces aleatorias de conversaciones indistintas, susurran lentamente por los auriculares, se presionan contra las paredes e inmediatamente vuelven para asistir atentamente el nacer del Sol. El viento que no es frío ni caliente viene de Este, y dicta pomposamente el bailar de las ramas. Estas que se balancean suavemente y deslizan en la misma intensidad que su pelo que tapan la mirada curiosa en la ventana. El encuadramiento es perfecto. Único y particular.
Nadie más lo ve, nadie más lo observa. Un simple pero inigualable instante que fácilmente entraría en el bolsillo o que encajaría en incuestionable pero no obvia sintonía en el estante de sueños de esperanza y recuerdos inolvidables.  En un pote grande, cargaría los más fuertes rayos de luz para los días más nublados. Y por algunos breves minutos, la lluvia ruidosa aburre. Es odiada sentenciosamente por todos y por nadie, pero sólo hasta que se siente el fuerte olor a café, alertando el final de la soledad matutina. Con el día de lunes ya claro, la testarudez se arriesga al atraso imposible. El Sol no se esconde más tímidamente entre los árboles bailantes. Los créditos podrían subir, confieso que por mí podría terminar todo ahí mismo. Al final es increíblemente hermoso y asustador estar enamorado.


Parque Independencia (o San Martín?) - Mendoza, Argentina


1 comentario:

  1. Indiscutiblemente... esto es lo que me hace tuya, aun sin que seas conciente de ello, aun si no te importa...
    Te disfruto poeta mas que aun dormido...

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