28 de marzo de 2012

París


Era el invierno de 1978 en Paris. Todo lo que Sofía tenía era un número de teléfono escrito en un pedacito de papel de diario en el bolsillo izquierdo de la campera azul. Muchas horas de viaje y poco dinero, mientras en cada esquina que se cruzaba, la búsqueda por un rostro amable se distanciaba más y más.
Ella era la musa de los incomprendidos, el, un arquitecto de los amantes. Ella, los versos incompletos, y el, un poeta soñador. Ella era la protagonista de una escena de amor, el era el director en búsqueda de la toma perfecta. Ella era el frío, el era la frazada. Ella era fuego, el era ardor.
Y en una llama que se prendía, finalmente se encontraron en una madrugada de jueves, cerca de un río cualquiera. Los ojos cerrados, las zapatillas sucias, el pelo algo despeinado. Sus bocas se encontraron, en el ritmo de un vals que no encuentra su final. Y las luces de la ciudad celebraban, junto con las calles grises sin movimiento, que adormecían tranquilamente en silencio. El tiempo no los hizo amantes exhaustos, pero el frío hacia que sus dedos temblaran, hasta que dejaron de hacerlo. Y allí se encontraron calentitos, y terminaron solitos, aunque todo lo demás no.



3 comentarios:

  1. me fascino la historia!
    me imagine todo. En mi mentes las palabras formaban como un cortometraje.
    sera que mezclaste invierno, decada del 70, paris y amor..o tal vez no fue eso, pero de todos modos salio muy bueno.

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  2. Alcanzaste el cuento conciso, cerrado de inicio al fin, pleno y bien escrito. Encima, cinematográfico. Bello, Augusto.

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