23 de noviembre de 2012

Gusto


Y esa mañana de Agosto que no para ni pasa, mojada de ausencia como si ni mi voz supiera donde ir – perdida entre las fricciones de nervios, glotis, salivas y cuerdas, minguando aguadas en esa falta de gusto. Augusto, a-gusto. Es el prefijo que ahorca mis focos y de esa visión borrosa, de ese gusto de neblina en la boca dormida, lo que resta es un yo sin ser. No dejo de nascer y renacer. Pero así, en las horas ciegas y tibias que me cocinan a baño maría.

También el grito al nacer marchita y nada queda si no la muerte tan sutil que me embala en las cunas del olvido. Cubierto de sangre después del parto y antes de la muerte, cuspo saliva con violencia para verificar si la voz viene acompañada. Silencio. Lo que me resta son los raros bordes de una plena mañana en un agosto sin gusto a Augusto.




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