5 de noviembre de 2012

Habitación


Ya no soy una habitación vacía.

Me habitan todo tipo de antítesis y leves desesperaciones.
Me encuentro en desacuerdo con mis viejas heridas. Inclino esperanzas sobre el balcón, quiero mirar hacía abajo, pero es demasiado alto desde acá y no veo el fin.

Soy ahora un laberinto penetrado por visitantes que he dejado entrar. Dejé que limaran mis bordes, al fin de abrirles caminos. Entran por los espacios frágiles, cargados de fiebre y locura, rompen todo mi antiguo desamor en pequeños pedazos al rasgar mi piel.

Se deshacen mis mentiras hechas de hormigón por el piso. Me desnudan en verso y prosa.

Y al final, ese final que ya ni existe, que no puede ser mío, mío, mío, tuyo, tuyo, nuestro, ese fin que no tiene nombre, terminando sin terminar. Ya no soy una casa vacía, solitaria y deshabitada.

Tengo ahora mis muebles hechos y una mano para sostener.

Todo que me atraviesa y que me mantiene de pie, con la mirada fija en un horizonte aun sin color. Todo lo que no se decir, verbalizar, hacer realidad. Todo lo que me es raro, todo que es un sueño & delirio & fiebre & locura…

Las pequeñas ansias congeladas en el instante del primero no, vacías al primer gesto de reprobación, al primer corte de sus verdades no realizadas.

El camino no es uno solo, si es que hay camino. Soy trilateral, y hay caminos. Muchos, tantos, infinitos, largos, locos caminos. Que nadie nos enseñara; ellos están allá, salvajes, a la espera de quien los descubra.

Tengo locura sobrando, tengo un poco de amor, pero lo que realmente tengo, es sed. Y eso va a tener que ser suficiente ni que sea para doblar la esquina de este camino, o para caer de una vez en un labirinto cotidiano cualquiera. Y entonces, que haces?




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