12 de abril de 2012

Derrotado


El tiempo no era un aliado de Trevor Reznick. Pasara sus últimos días en un sótano inmundo, rodeado de cartas nunca enviadas y fotos viejas. Se había trasformado en un esclavo de si mismo, y su pasado lo perseguía incansablemente a 150 km/h hasta destruirlo por entero. Las innumeras botellas vacías y las ratas corriendo entre los estantes de libros viejos creaban un escenario aterrador. Trevor se había corrompido. El mundo lo corrompió. El corrompió al mundo. Pero ya había tomado sus decisiones. Decisiones equivocadas que no tenían vuelta. Su existencia había sido en vano, su vida era plástica y descartable, insignificante. Voces que escuchaba eran tormentos que echaban en la madera antigua como discos dañados. Solo había una manera de silenciar su sufrimiento, y ni de eso era capaz.
Las palabras decoradas echaban repetitivamente adelante del espejo en el cuarto vacío. El discurso ensayado nunca saldría, por más que fuera contra su voluntad. Los vicios ya no podían ser más sostenidos: el paquete de cigarrillos se terminó, la botella ya estaba prácticamente vacía, y de las mujeres amadas, solo restaban recuerdos de prostitutas que ya no podría pagar. Había fallado en todo. Perdió el empleo en las ebriedades de las madrugadas, perdió el auto viejo en un juego de cartas, perdió la dignidad en un callejón cualquiera. Perdió hasta a si mismo, en la propia decadencia, en el fracaso, en la tentativa frustrada de ser alguien, y no solo un fantasma vagando por las calles. No había más nada por ahí, a no ser lo poco que quedaba de whisky que bajaba a secas mientras sus derrotas reflejaban aquello que se había transformado.



2 comentarios: