Después de la tormenta más gris, el silencio más transparente. Un alivio eterno. Mi tranquilidad infinita. Las puertas de mi cielo abiertas para que entre el fuerte Sol de la mañana. Y ese brillo junto a la brisa helada que corre libre por la casa vacía.
Todo lo que oigo, todo lo que quiero oír es el sonido de mi respiración. Y nada más. Hoy, mi Universo, soy yo. Mañana, podré ser de todos. Me pierdo y doy vueltas a mi alrededor. Bailo. Bailo ese silencio que me acompaña y no hay canción más hermosa. Me encanta.
2 de diciembre de 2012
23 de noviembre de 2012
Gusto
Y esa mañana de Agosto que no para ni pasa, mojada de
ausencia como si ni mi voz supiera donde ir – perdida entre las fricciones de
nervios, glotis, salivas y cuerdas, minguando aguadas en esa falta de gusto.
Augusto, a-gusto. Es el prefijo que ahorca mis focos y de esa visión borrosa,
de ese gusto de neblina en la boca dormida, lo que resta es un yo sin ser. No dejo de nascer y renacer. Pero así, en las horas ciegas y tibias que me
cocinan a baño maría.
20 de noviembre de 2012
Corazón
Entero o en pedazos, no lo sabría decir. Solo estoy
seguro de que dolió. Con mis propios ojos vi como lentamente lo arrancó. Tenía
la mano firme cuando lo extirpó. Mordía los dientes cuando lo erradicó.
Lo dejó en el congelador, sin soltar las manos, en un
para siempre que se terminó al amanecer. En una eternidad de horas y golpes de
relojes pesados.
Poco a poco, vio como se hacía verde hasta crear moho.
Tuvo su fecha de vencimiento. Caducó. Expiró. Me hizo pensar en que a veces las
cosas podridas, sucias y dañadas son las más bonitas, siempre con sus raros
tonos en sepia y sus líneas desgastadas.
Se hace menor, pierde su juventud, le salen arrugas,
lo normal que pasa a todo lo que envejece. Tal vez es una ley de la vida, una
ley simple y fatal. Se muere, así apenas. Algún día seguramente, encontrará
otro que va a latir, más fuerte y vivo que cualquier otro, uno realmente color
rojo sangre. Que con facilidad hervirá a todos los amores antiguos, y que
traerá la calma a las tormentas que un día golpearon su puerta.
Tal vez no.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)