15 de diciembre de 2011

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Se despertó con una voz de mujer que llamaba su nombre de una manera cariñosa.

Abrió los ojos y, aun con sueño, avisto su madre sonriendo. Pero no era exactamente su madre, y si una versión más joven de ella. Los ojos aún no eran tan cansados, la piel era más lisa, la sonrisa era más abierta.

Estaba en la misma habitación que durmió durante toda su niñez. Reconoció de inmediato la disposición de los muebles, y redescubrió los libros y juguetes coloridos que estaban escondidos en algún lugar de su memoria. Y, más importante que todo, el olor a madera del escritorio que estaba al lado de la cama. Y sobre ella, un dibujo suyo.

Frotó los ojos con las manos.

Era de nuevo un niño.

Desacostumbrado al tamaño de las piernas, casi se cae de la cama mientras se levantaba. La madre arreglando los juguetes apurada, preguntó si había dormido bien. Aun extrañando todo lo que pasaba, dijo que sí, bajito, fingiendo estar con demasiado sueño para hablar.

Y, de pie, se descubrió, por primera vez en mucho tiempo, menor que su madre. Pero no le dio atención a eso, pues no podía dejar de mirar la sonrisa sincera que tenía. Ella sonreía siempre que lo miraba? No se acordaba de eso. Pero probablemente si.

Fue al baño a cepillarse los dientes, y mal alcanzaba la pileta. Además el cepillo de dientes parecía pequeño en su mano, pero se encajo perfectamente en su boca, que era menor de lo que se acordaba – o que imaginaba.

Mismo sintiéndose un poco ridículo con aquel piyama repleto de dibujitos, bajo las escaleras con cuidado, escuchando la voz de la madre que pedía, desde la habitación, para que no bajara corriendo. Y paseo por el living de la casa de su madre – que, por lo que parecía, aún era su casa en aquel momento.

Todas aquellas cosas viejas, la mesa del living con sus caderas imponentes, el sofá (aún nuevo!) y la televisión, modelo antiguo, de aquellos que no se ven más en las tiendas, apagada. Probó girar un botón y fue sorprendido por una imagen colorida, de un dibujo animado. Una música graciosa que llenó el lugar.

Miró hacía atrás. Miró cada detalle del living, redescubriendo recuerdos olvidados. Miró a sí mismo, pequeño, niño, con piyama colorido.

Y, de repente, supo que debería hacer.

Se sentó en el piso, en frente a la televisión y, con las piernas cruzadas y un autito de plástico al lado, se olvidó de todo, asistiendo al dibujito animado, con personajes corriendo en ambientes coloridos, con sonidos divertidos.

Y, antes de que pudiera darse cuenta, se estaba riendo. Alto.

Y siguió riéndose hasta que su madre apareciera nuevamente y con un vaso de leche. Lo tomó de una sola vez, creando un bigote blanco y recibiendo un beso en la frente como regalo.

- Hay alguien en la cocina que te quiere ver.

Curioso, se levantó y caminó por el living de su niñez hasta la cocina, donde el olor a algo que se cocinaba empezó a propagarse por la casa. Y, cerca del horno, un hombre más viejo,  el pelo que brillaba por el Sol de la mañana, ese olor, esos zapatos, y agachado en el piso, sonriendo, se encontraba con los brazos abiertos.

El abuelo.

El abuelo de quien se acordaba tan poco. Y que la vida fue tan egoísta en el tiempo que les regaló juntos.

Y corrió en su dirección, ignorando los pedidos de “no corras!” de su madre, y se tiró en sus brazos, que lo levantó en el aire y grito su nombre con eterna felicidad, riéndose alto, con esa risa rica de la cual a el le encantaría acordarse.

El abuelo juega con el, le hace cosquillas – el, se reía, no podía escapar, - y acaricia su pelo. Y después de hacer aparecer mágicamente un chocolate, regalado junto con un guiño y un beso en el cachete, preguntó:

- Y ya sabes que queres ser cuando seas grande?

- No quiero crecer, abuelo – respondió, sin siquiera pensarlo – quiero seguir acá, por lo menos un ratito más…

Y enterró la cara en su hombro, recordándose de su olor, y lloró bajito escondido ahí, antes de sonreír nuevamente.

Esta vez, para siempre. Para no volver, por lo menos, por un momento.



1 comentario:

  1. Me perdonás por no haber entrado antes a tu bunker? Te sigo cayendo un poquito bien? (:

    Yo volvería a los 8, era feliz.. cambio de milenio se me cagó de risa.. no hubo ni marcianos ni explosiones raras.

    Sabés que nos queda? No pasar la etapa del "por qué?", seguir fijando la mirada, acumular más moretones y hacer más el ridículo.. A falta de la máquina del tiempo.
    Vos me vas a acompañar a la NASA a buscarla, no?

    Besos de acento cordobés mi querido! (:

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