7 de enero de 2012

Caliente


Solito en la noche fría trató de acordarse de la última vez que ganó una sonrisa. Y no una sonrisa por algo que hubiera hecho o dicho, pero una sonrisa apenas por ser quien es. Diversas sonrisas se mezclaron en su mente, formando una niebla que, como era esperado, no sonreiría más. O nunca había sonreído de verdad.
Se acercó al aire nebuloso e intentó capturar una sonrisa. Eran muchos, de la niñez y de juegos. Eran mitos, de amores y sueños. Y se multiplicaban en otras sonrisas que podrían ser recuerdos de momentos dulces como la imaginación de épocas disfrazadas. Y todas bailaban adelante suyo, frenéticamente, girando y sonriendo. Pero sin dejarse agarrar. Y hecho niño se dejó engañar, tomado por la voluntad de sonreír que lo había abandonado años atrás, y se tiró en la etérea nube de felicidad que tenía adelante.
Flotó en el aire mientras aún era niebla, casi viva, y se disipó antes que la pudiera abrazar, con las risas transformándose en una carcajada amarga. Y, caído en el piso, permaneció conformado y sin sonrisa, decepcionado no con el silencio de la noche, pero consigo mismo, por un día haber creído que las sonrisas existían. Y por haber esperado inocentemente que alguna de ellas fuera direccionada hacía el. Transpirado de dolor y envuelto por el aire frío, se arrastró hasta encontrar un lugar para dormir, rezando bajito para no soñar, apenas para descansar un poco antes del día siguiente, que sería igual a todos los otros. Sin sonrisas.



1 comentario:

  1. Hola!! que gusto volver por aquí.
    Muy buen relato, nostalgia y soledad recorren tus versos con un sentimiento de incompletud que bien conozco, amigo mio.
    Besos...

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