11 de enero de 2012

Tibio

Voces. Voces que hacían planes, voces que se ríen. Voces que buscan sueños, voces que consuelan. Sentado en el medio de decenas de personas, sus voces le llegaban por todos lados, con pedazos de asuntos y conversaciones dando vuelta a su alrededor, como si fueran satélites. Pero sin nunca tocarlo. Vidas que empezaban y terminaban en minutos, cuando las palabras se disipaban en el aire. Voces que planeaban las manos dadas del cine del domingo, voces que invitaban a una cerveza con porción de papas fritas, voces que soñaban en un día morar junto a otra voz. Vidas y voces que sazonaban el aire con frases de amor y pensamientos sueltos, siempre en búsqueda de ser escuchadas y aceptadas y queridas y amadas por otras vidas y voces. Y el, sigue ajeno a todo, permanecía en una burbuja de silencio. Sin voz y sin voces. En una vida sin vidas. En edificios, colectivos, vagones, calles de silencio. Voces habladas, vidas vividas. Voces que lo acercaban, lo rodeaban, y se alejaban llevando sentimientos y sensaciones las cuales no tenía acceso. Voces las cuales no tenía acceso, vidas las cuales nunca había tenido acceso. Y, al final del día, se dejaba llevar para adentro de casa, donde olvidaba la propia vida y jugaba con palabras de su propia manera: en silencio, en el papel.



1 comentario:

  1. Me Hizo pensar en un mendigo sentado en alguna vereda...solitario rodeado de gente.
    El anterior y posterior no me llegaron

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