31 de marzo de 2012

Doce Horas

El sonido de mis paso se echan por las ruinas, las sombras bailan por sobre las piedras que me acompañan, que me vigilan. Respiro profundamente, o por lo menos intento, y termino abrazando mi cuerpo. No quiero dejarme dominar por mis temores. No esta noche. Levanto la mirada, observando la luna llena que como eterna reina, comanda este mundo con órdenes silenciosas.
Vuelvo los ojos hacía adelante, siento mi corazón comprimirse ante la visión del ataúd olvidado, abrazado por las lianas presentes en todo el lugar. Sigo mi camino, el viento me envuelve, mientras susurra amenazas en la mente. Sé que no debería estar acá. Este no es mi mundo, por lo menos no lo es más. Y ella no me quiere más acá.
Por eso, perdóname, pero tenía que venir. Necesitaba pisar este suelo, verla adormecida con mis propios ojos para así tener la seguridad de que no pasé los últimos años soñando. Eternos y dulces sueños,siempre a un paso de las pesadillas, que te trajeron hacía mí. ¿O fuiste vos la que trajo los sueños a mí?
Me arrodillo al lado del ataúd, mis dedos tocando las manos envueltas por las lianas, que se alejan, revelando la piel pálida, y así liberándola para sentir mi toque. El cutis frío y suave, dedos longos sosteniendo bellas rosas rojas, que mantienen la belleza del momento en que fueron recogidas sin importar si fue hace siglos atrás. O tal vez ese tiempo solo ha pasado para mí.
Subo mi toque por el pecho inmóvil, la respiración ausente, hasta alcanzar el rostro joven y bello. Labios sin color que acostumbraban ser tan rojos, cuanto las rosas que las manos sostienen. Ojos cerrados, haciendo nascer en mi curiosidad de saber si ellos aún permanecen tan azules cuanto otrora fueron. Hilos lisos, negros, contrastando con la piel pálida. Moldurando el rostro adormecido. Eternamente adormecido.
Bajo mi rostro, tocando al pecho congelado, una parte de mí esperando por el golpear de un corazón que nunca más será escuchado. Con las puntas de mis dedos toco los pétalos rojos, sintiendo la suavidad y compartiendo el toque de las sombras.
Siento una lagrima escurrir por mi rostro al mismo tiempo en que las lianas vuelven a aproximarse. Envolviéndome a mi y a ella, prendiéndonos en un encuentro tardío. Respiro hondo y cierro mis ojos, aguardando el termino de las doce horas de la muerte eterna.




1 comentario:

  1. Tal vez enfermó de olvido y expiró de tristeza...
    Nunca mas cuidó su corazón...
    Aun sin vida sigue amándolo...asi que no debería quedarse mucho tiempo sobre su pecho pues su calor podría resucitarle el corazón. Que termine con un puñal certero y después de llorar lo necesario cierre el ataud.

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