En las vertebras de tus palabras, donde se aloja ese
parasita de vida propia, vida impropia, pura, abrupta, esa vida que atropella,
las rugosidades que se arrastran oscilando hecho arena mojada en un que se yo
de amnesia previa que emerge de tus urgentes excesos.
No sale de tu boca la
voz, pero de una existencia anterior a tu cuerpo, la voz de ese insecto que
palpita y suspira subcutáneamente, furtivamente, y deja acá o allá un pedazo de
ala a ser visto en tu ojos abiertos, lo sé.
Hay una vida tan inmensa transpirando
de tus poros que tengo miedo de morir de exceso por simplemente acercarme.
Pero insisto, porque existo cuando estoy
cerca de ti. Y cuando veo alas en tus ojos es cuando vuelvo a nacer, todo de
nuevo.
Todo de nuevo.
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